Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (Jean Jacques Rousseau) Libros Clásicos

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precauciones necesarias para hacer sólidas observaciones sobre este
asunto; y no me parecería indigna de los Aristóteles y Plinios de nuestro
siglo una buena solución del problema siguiente: ¿Qué experiencias serían
necesarias para llegar a conocer al hombre natural, y cuáles son los
medios de hacer estas experiencias en el seno de la sociedad? Lejos de
emprender la solución de este problema, me atrevo a responder por
anticipado, después de haber meditado bastante sobre esta cuestión, que
los más grandes filósofos no serán bastante capaces para dirigir esas
experiencias, ni los más poderosos soberanos para ponerlas, en práctica,
concurso que, por otra parte, no es razonable esperar, sobre todo con la
perseverancia e, más bien con la continuidad de inteligencia y de buena
voluntad necesaria de una y otra parte para, asegurar el éxito.
Estas investigaciones tan difíciles de hacer y en las cuales tan poco
se ha pensado hasta ahora son, sin embargo, los únicos medios que nos
quedan para resolver una multitud de dificultades que nos impiden el
conocimiento de los fundamentos reales de la sociedad humana. Es esta
ignorancia de la naturaleza del hombre lo que produce tanta incertidumbre
y obscuridad sobre la verdadera definición del derecho natural, pues la
idea del derecho, dice Burlamaqui, y más aún la del derecho natural, son
manifiestamente ideas relativas a la naturaleza del hombre. Por
consiguiente, continúa, de esta misma naturaleza del hombre, de su
constitución y de su estado es necesario deducir los principios de esa
ciencia.
No sin sorpresa y escándalo se observa el desacuerdo que reina sobre
esta importante materia entre los diversos autores que de ella han
tratado. Entre los escritores más serios, apenas si se encuentran dos que
manifiesten la misma opinión sobre este punto. Sin hablar de los filósofos
antiguos, que parece se empeñaron en la tarea de contradecirse unos a
otros sobre los principios más fundamentales, los jurisconsultos romanos
someten indistintamente el hombre y los demás animales a la misma ley

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