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-A nadie se da hospedaje -repuso Rui Pero malhumorado.
-Lo sé, señor alcaide. Pero advierta vuestra merced que no son caballeros, ni hombres de guerra. Son dos reverendos padres que piden albergue por esta noche.
-¿Y por qué no lo buscan en Arjonilla?
-Parece, señor, que van extraviados y pasan a estas horas por el castillo, ignorantes del camino que guía a la población. La copiosa lluvia que ha engruesado el torrente les obliga a pedir albergue.
-¡Voto va! -dijo Rui Pero-. Lo más que por ellos podemos hacer es que les enseñe el camino un hombre del castillo.
-Pero ése, señor, no los pasará en hombros a través del torrente -repuso el ballestero, temeroso de ser él elegido para aquella comisión.
-Por otra parte -añadió Ferrus, a quien los vapores del vino daban confianza y determinación-, ¿qué peligro hay en albergar dos frailes? Dios sabe de dónde serán Esos padres suelen venir de lejos e ir de paso; muy forasteros deben de ser, pues ignoran que el castillo es encantado y nada hospitalario. Van de paso.
-Sin embargo, si pudiesen pasar el arroyo... -replicó Rui Pero. ¿Y queréis -dijo Ferrus, acercándose al oído del camarero- que nos expongamos a que pase un hombre del castillo la noche fuera de él y suelte la lengua más de lo preciso? Eso es peor...
-Peor, peor... -refunfuñó entre dientes el camarero.
-Si gustáis, señor alcaide -dijo el ballestero-, se les contestará que vayan a buscar albergue a otra parte. Ello, la noche es terrible.
-¿Terrible decís? -repuso Rui Pero asomándose a una ventana-. Sí; parece que el cielo se derrite en agua. Sería una inhumanidad por cierto.
-No podemos consentir -añadió Ferrus-, que dos ministros del Altísimo queden a la intemperie en una noche...
-En buen hora; que entren -dijo Rui Pero al ballestero, quien se fue a cumplir la orden.
-¡Voto va! -añadió Ferrus-, éramos dos y seremos cuatro. Aún queda vino en esa vasija para otros tantos, y los padres no se desdeñarán de hacernos un rato de compañía, yendo sobre todo de camino. Todo el peligro que podemos recelar de los santos varones, señor camarero, es que nos echen algún sermón en latín que no entendamos, y así como así, dentro de un rato ya no nos íbamos a entender nosotros dos, según la faena que damos a nuestras copas.