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ALEJANDRO: Llegad.
LÁZARO: Bien estoy así,
aunque, si mi dicha es
tal que merezco llegar
a besar tus reales pies,
no me hartaré de besar
cordobanes en un mes.
Buscando a César--perdona
si te ofendo--hoy he llegado
a tus pies.
ARIAS: Su humor le abona.
ALEJANDRO: ¿Sírvesle?
LÁZARO: Soy su crïado,
y tu tercera persona.
ALEJANDRO: ¿Cómo tercera?
LÁZARO: ¿Pues, no?
César contigo privó,
yo con César, por mi trato;
luego es nuestro triunvirato
César, Alejandro y yo.
ALEJANDRO: Tu humor conozco.
LÁZARO: (Eso ha sido Aparte
despejar.)
Quiere irse
ALEJANDRO: ¿Por qué te vas?
LÁZARO: Porque, si me has conocido,
señor, no me comprarás,
y yo estoy como vendido.
Entretenerme no quieras;
porque, si bien consideras
mi condición por su indicio,
ha mucho rato que en juicio
estoy condenado a veras.
ALEJANDRO: Tu gusto alabo, y condeno
el que tan continuo sea;
que el que de donaires lleno
siempre en las burlas se emplea
no es para las veras bueno.
Saber de César querría
la causa y el fundamento
de tanta melancolía,
que como suya la siento
y la lloro como mía;
pero fue contrario efeto
el que he venido a mirar;
que, aunque seas más discreto,
es necio quien piensa hallar
entre burlas un secreto.
LÁZARO: Antes por sacarle de ellas,
hace bien, si allí se ofusca,
y mal por necio atropellas
al que en las burlas le busca,
sino al que le pone en ellas.
Y pues César ha mostrado
discreción, no hay presumir
que a mí me le habrá fïado;
mas con todo, por cumplir
la obligación de crïado,
que de un sirviente hablador
es el precepto mayor,
entre todos los demás,
el cuarto, "no callarás
defecto de tu señor,"
te diré lo que he alcanzado
en lo que yo he discurrido