Las armas de la hermosura (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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690 la fama.

Vase. Suenan las cajas y ruido, y sale como despeñada
ASTREA

ASTREA: ¡Valedme, cielos!
Que, desbocado el caballo,
con no matarme, me ha muerto, al no matarme
si hay quien piense que el salir i. e., que huí de la batalla
de la batalla fue huyendo;
695 y no fue, sino que el hado
o tarde o nunca el contento
cumplido dio, bien que en vano
hoy de su rigor me quejo,
pues tampoco dio cumplida tampoco es total la desdicha
700 la desdicha el día que, habiendo
vencido la cumbre al monte,
al descender de su centro,
corriendo por intrincados
riscos el bruto soberbio,
705 no me echó de sí, hasta que
trocó de un tronco el tropiezo el tropiezo del caballo impidió que
al golpe de la caída que me despeñara risco abajo
la amenaza del despeño.
Con que, aunque rendida, aunque
710 fatigada, en un desierto
triste y sola me halle, a causa

de que los que me siguieron
y no alcanzaron, perdida
de vista, sin mí habrán vuelto;
715 con todo eso el quedar viva
es tan natural consuelo
que, siendo el vivir lo más, (Estas palabras contradicen las de Cor.
todo lo demás es menos. en el primer cuadro.)

Suenan las cajas

Y así, a pesar del cansancio,
720 pues para elegir no hay medios,
procure hallar senda que
me vuelva a mi gente, puesto
que, para servir de norte,
me basta el confuso estruendo
725 que, sin decirme en qué estado
la batalla está, a lo lejos

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