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JUANA
ISABEL: Aquel arcabuz que oí,
de horror y tristeza lleno,
siendo para todos trueno,
rayo ha sido para mí.
¡Válgame Dios! ¿Qué será
el tardar Luis y Manuel?
Que un pensamiento crüel
asombro y temor me da.
Amiga, ¿qué te parece?
JUANA: ¿Cómo quieres que te den
respuesta voces de quien
la misma duda padece?
ISABEL: Bajemos de esta montaña;
que menos mal es morir
de una vez que no sentir
muerte prolija y extraña.
Salen LUIS Pérez y MANUEL
LUIS: Procurad, Manuel, salir;
que una vez allá los dos,
a una escuadra--¡voto a Dios!--
no nos hemos de rendir.
ISABEL: ¡Luis!
JUANA: ¡Manuel!
MANUEL: ¡Mi bien!
LUIS: ¡Hermana!
ISABEL: ¿Qué es esto?
LUIS: Que el mundo viene
sobre nosotros.
MANUEL: No tiene
el hado defensa humana.
Recoge ISABEL una piedra
ISABEL: No temáis al mundo entero,
si os asegura, y no en vano,
este peñasco en mi mano,
y en las vuestras ese acero.
Salen el JUEZ y su gente
JUEZ: Trepad la montaña arriba,
que, a pesar de ofensas tantas,
tengo de poner las plantas
sobre su cerviz altiva.
¡Vive el cielo, que ha de ser
plaza todo este horizonte
y cadalso aqueste monte
que mi justicia ha de ver!
Quien me diere vivo o muerto
a Luis Pérez, le daré
dos mil escudos.
LUIS: A fe,
que es muy barato el concierto;
tasáisme en precio muy vil;
yo os taso en más. Quien me diere
vivo o muerto al juez, espere
de mi mano cuatro mil.
JUEZ: ¡Tirad, matadle! ¡Del cielo
castigue un rayo a los dos!
Disparan un arcabuz, y cae LUIS
LUIS: Muerto soy. ¡Válgame Dios!
JUEZ: Date a prisión.
LUIS: ¿Cómo? Apelo
a la espada. Mas ¡ay triste!,
en pie no puedo tenerme.