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también sabré vengarme, con tu muerte,
de aquel pasado enojo.
ASTOLFO: Yo defiendo
mi vida; así la majestad no ofendo.
Sacan las espadas, y sale el rey BASILIO y ESTRELLA
CLOTALDO: No le ofendas, señor.
BASILIO: ¿Pues, aquí espadas?
ESTRELLA: (¡Astolfo es, ay de mí, penas airadas!)
BASILIO: ¿Pues, qué es lo que ha pasado?
ASTOLFO: Nada, señor, habiendo tú llegado.
Envainan
SEGISMUNDO: Mucho, señor, aunque hayas tú venido;
yo a ese viejo matar he pretendido.
BASILIO: Respeto no tenías
a estas canas?
CLOTALDO: Señor, ved que son mías;
que no importa veréis.
SEGISMUNDO: Acciones vanas,
querer que tengo yo respeto a canas;
pues aun ésas podría
ser que viese a mis plantas algún día;
porque aun no estoy vengado
del modo injusto con que me has crïado.
Vase SEGISMUNDO
BASILIO: Pues antes que lo veas,
volverás a dormir adonde creas
que cuanto te ha pasado,
como fue bien del mundo, fue soñado.
Vase el rey BASILIO y CLOTALDO; quedan ESTRELLA y
ASTOLFO
ASTOLFO: ¿Qué pocas veces el hado
que dice desdichas, miente,
pues es tan cierto en los males,
cuanto dudoso en los bienes!
-Qué buen astrólogo fuera,
si siempre casos crüeles
anunciara; pues no hay duda
que ellos fueran verdad siempre!
Conocerse esa experiencia
en mí y Segismundo puede,
Estrella, pues en los dos
hizo muestras diferentes.
En él previno rigores,
soberbias, desdichas, muertes,
y en todo dijo verdad,
porque todo, al fin, sucede;
pero en mí, que al ver, señora,
esos rayos excelentes,
de quien el sol fue una sombra
y el cielo un amago breve,
que me previno venturas,
trofeos, aplausos, bienes,
dijo mal, y dijo bien;
pues sólo es justo que acierte
cuando amaga con favores,
y ejecuta con desdenes.
ESTRELLA: No dudo que esas finezas