Cyrano de Bergerac (Historia cómica de los Estados e Imperios del Sol) Libros Clásicos

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progreso del dolor, no llegan a veces hasta amenazar con la muerte y
hacernos sentir que el deseo causa un movimiento en nuestros espíritus que
nosotros llamamos alegría? Por esto la fiebre, aunque produzca muy
distintos efectos, no es otra cosa que un fuego como lo es el de la
alegría; pero está envuelto por un cuerpo cuyos átomos son cornudos, como
la bilis negra o la melancolía, que dando pinchazos, con sus puntas
encorvadas, por allí donde su naturaleza movible le arrastra, taladra,
corta, desuella y produce con toda esta violenta agitación lo que se llama
ardor de fiebre.
Pero toda esta trabazón de pruebas no sirve para nada; en cambio las
más vulgares experiencias bastan para convencer a los obstinados. Yo no
tengo tiempo que desperdiciar y he de pensar en mí. Como Faetón, estoy en
medio de un camino del que ya no podría retroceder y en el cual, si diese
un paso en falso, ni todas las fuerzas de la Naturaleza unidas podrían
salvarme.
Yo vi con mucha claridad que, como sospeché al subir a la Luna, la
Tierra daba vueltas en torno del Sol, en dirección de Oriente a Occidente,
y no el Sol en torno de la Tierra; y esto porque veía a continuación de
Francia el pie de la bota de Italia, después el mar Mediterráneo, después
Grecia, después el Ponto Euxino y Persia y las Indias y China, y
finalmente Japón, pasar sucesivamente por el agujero de mi caja, y luego
de algunas horas de ascensión, habiendo dado ya la vuelta a todo el mar
del Sur, púsose en su lugar el continente de América.
Yo distinguía claramente todas estas vueltas, y recuerdo que bastante
tiempo después todavía vi aparecer a Europa de nuevo en la escena; pero ya
no podía distinguir separadamente sus Estados, a causa de mi altura, que

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