El buen Duende y la Princesa (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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Un gato blanco dormía sobre su cojín; un perrito corría por todas partes con un collar de oro donde colgaban campanillas, y sobre las mesas había libros y juguetes amontonados. La Princesa estaba regañando a su nodriza porque ésta deseaba que descansara más después del paseo, pero cuando entró Betty -tan bonita y alegre, su ceño se transformó en una sonrisa, y exclamó
-¡Qué elegante estás ! Ya no pareces un Duende, aunque espero que no te hayas olvidado de las aves.
-No, déjame escuchar un minuto y te contaré lo que dicen -repuso Betty.
Y las dos guardaron silencio, mientras la criada y la nodriza permanecían muy quietas y el canario cantaba su dulce canción. Al oírla, Betty se entristeció.
-Dice que está cansado de su jaula y anhela estar libré entre las demás aves, pues un árbol es un hogar mejor que un palacio de oro, y una miga en el bosque más sabrosa que todo el azúcar de su tacita de plata. "¡Dejadme ir, dejadme ir o mi corazón se partirá!" Eso es lo que dice, y el pinzón real canta la misma canción, lo mismo que las cotorritas de colores y ese tan bonito y vistoso que no conozco.
-¿Qué dice Polly? Le entiendo cuando habla, pero no cuando rezonga y parlotea para sí como hace ahora -explicó la Princesa, muy sorprendida por lo que acababa de oír, pues suponía que sus pájaros debían estar contentos en tan lindas jaulas.
Betty escuchó al loro grande, rojo, verde y azul, que posado en una percha agitaba la ca­beza y reía solo, como si celebrara alguna buena broma. No tardó Betty en ruborizarse y reír, al mismo tiempo turbada y divertida por lo que oía, pues el pájaro cotorreaba y movía la cabeza mirándola de manera extraña.
-¿Qué dice? -inquirió la Princesa, impaciente.
-No lo preguntes, por favor. No te gustará, y no podría decírtelo -pidió Betty, aún risueña y ruborizada.
-Debes decírmelo, o le haré retorcer el pescuezo a Polly. Quiero enterarme de todas sus palabras y no me enojaré contigo, diga lo que diga ese pajarraco descarado -aseguró la Princesa.
A Betty no le agradaba obedecer, pero temía que hicieran daño al pobre Polly si no lo hacía.
-Dice esto -comenzó-: "He aquí una nueva favorita para que la atormente Su Alteza... ¡Simpática niña! Es una lástima que haya venido, pues durante un día o dos se verá colmada de atención, para luego ser arrojada a un lado o maltratada como una muñeca vieja.

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