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-Pues yo achico los míos y ya no tengo que preocuparme porque mis botones salten. Tan complacida estoy, que quisiera ejercitarme sin cesar, pues aún no he adelgazado lo suficiente ni mucho menos -dijo Cordy, al tiempo que trotaba alrededor de la pieza para no perder un momento.
-Ven, Sally debes unirte a la celebración, pues has obrado maravillas y no tardarás en quedar derecha como una estaca... ¿Por qué estás tan seria esta noche? ¿Es acaso porqué nuestra señorita Orne nos abandona para acompañar a Madame? -inquirió Nelly que, al echar de menos la voz más alegre de las seis, observó la cara preocupada de su amiga.
-Intento decidir si les diré algo o no... No quiero asustar a los criados, preocupar a Madame ni fastidiar a la señorita Orne, pues sé que ella no creería una palabra, pese a que lo vi con mis propios ojos -declaró Sally, in tono tan misterioso, que las jóvenes gritaron a una sola voz:
-¡Cuéntalo ahora mismo!
-Lo haré; puede que alguna de ustedes pueda explicar lo sucedido.
Al decir esto, Sally se puso de pie sobre la alfombra, con las manos a la espalda y un aspecto algo extraño, pues tenía el cabello despeinado, sus ojos brillaban tras sus anteojos redondos, y su voz descendió hasta un susurro al formular este asombroso anuncio
-¡He visto un fantasma!
Todas se estremecieron, y Cordy, con un leve grito, ocultó la cabeza bajo los cojines del sofá, mientras las demás se acercaban involuntariamente unas a otras.
-¡.Dónde? -inquirió Julia, la más valerosa de todas.
-Encima de la casa...
-¡Dios me valga !
-¿Cuándo, Salla?
-¿Cómo era?
-No nos atemorices para divertirte.
Así clamaron las niñas, sin decidirse a tomar en serio o en broma tan asombroso relato.
-Escuchen y les contaré todo -anunció Sally, mientras levantaba un dedo en actitud impresionante-. Anteanoche me quedé levantada estudiando hasta las once... Ya sé que eso va contra los reglamentos, pero lo olvidé. Al terminar, abrí la ventana para ventilar la pieza. Como brillaba la luna, di un paseo por lo alto de la galería, y al regresar, mirando hacia arriba, vi, como es natural, el tejado de la casa principal. No puedo haber estado dormida... Y sin embargo, declaro solemnemente haber visto una figura blanca, con un velo sobre la cabeza, que iba de un lado a otro tan silenciosa como una sombra.