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Harvard el fastidiarnos así.
-Pues..., no.
-¿Viste cuando la hacían?
-Lo vi.
-¿Hombre o mujer? Mary miente, y quizás la hayan sobornado.
-Hombre -rió el niño, jubiloso.
-¿ Lo conozco? ¡Por cierto!
-¿El hermano de Edith, Rex?
-No, señorita.
-Sé bueno -y cuéntanos... No lo regañaremos, aunque fue una grosería.
-¿Y qué me darán?
-¿Hay que sobornarte para que cumplas con tu deber?
-Bueno, me parece que nada tiene de divertido esconderse en ese sitio sofocante, y
oler buena comida, y verlas hartarse sin ofrecerme un bocado. Déjenme probar la
merienda y veré qué puedo hacer por ustedes.
-¡Los muchachos son tan glotones! ¿Qué hacemos, chicas?
-Sí; debemos saberlo.
-Entonces, anda y llénate, malo, pero te vigilaremos hasta que nos digas quién
escribió y colocó aquí esas insultantes tarjetas.
Florence soltó al prisionero y se plantó a su lado, mientras en un lapso
asombrosamente breve, él devoraba lo mejor que había en la mesa, sabiendo bien que
tardaría mucho en volver a tener tan buena oportunidad.
-Ahora denme un poco de esas confituras, y les diré -exigió el joven Shylock,
decidido a aprovechar su poder lo mejor posible, mientras le durara.
-¡Fíjense qué tormento! No puedo entregar esos bombones, porque todavía no
hemos decidido para quién serán.
-¡No importa!... ¡Elige algunos y líbrate de él! -clamaron las demás, ansiosas por
enterarse de la verdad.
De mala gana, le entregaron un puñado de dulces, y luego todas aguardaron con
interés el nombre del malhechor.
-Bueno. .. -comenzó Phil con exasperante lentitud-. Alf escribió las tarjetas y me
dio medio dólar para que las distribuyera... Y lo hice bien, ¿no?
Y antes de que alguna de las niñas alcanzara a sujetarlo, huyó de la pieza, con una
mano llena de bombones, la otra de pastel, y la cara resplandeciente con el júbilo
triunfal de un niño que se ha burlado de siete muchachas crecidas.
No hay constancias de lo que sucedió inmediatamente, aunque Phil espió por las
ventanas, gritó por el conducto y golpeó varias puertas.