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-Oh, Amy lo pintó. No se pueden conseguir esos tonos suaves, así que nosotros los pintamos del color que queremos. Es una gran cosa tener una hermana artista.
-Pues me parece una idea muy original -pronunció la mayor de las señoritas de Lamb, que encontraba a Jo muy divertida.
-Eso no es nada comparado con algunas de las demás cosas que ejecuta. No hay nada que no sepa hacer esa chica. Para la fiesta de Sally Moffat quería tener zapatos azules, así que pintó los viejos blancos de ella del tono más precioso de celeste que habréis visto nunca y quedaron exactamente como si hubiesen sido de raso -agregó Jo con tal aire de orgullo por los logros de su hermana que sólo consiguió exasperar a Amy, quien tuvo ganas de arrojarle su carné de tarjetas para aliviar su indignación.
-El otro día leímos un cuento suyo y nos gustó muchísimo -observó la mayor de las Lamb, deseando cumplimentar a la dama de letras que en ese momento, debemos decirlo, no lo parecía en absoluto.
Cualquier referencia a sus "obras" a Jo hacía mal efecto y se ponía tiesa y tomaba aspecto ofendido, o cambiaba de tema con alguna observación brusca como la que hizo ahora:
-Siento que no encontrase usted nada mejor que leer. Sólo escribo esas "tonterías" porque se venden y el común de la gente gusta de ellas. ¿Irá usted a Nueva York este invierno?
Como la señorita de Lamb había disfrutado de veras con el cuento de Jo, semejante frase
no era ni agradecida ni halagadora. Jo se dio cuenta en el mismo minuto de haberla dicho, pero temiendo empeorar las cosas, recordó de repente que a ella correspondía la iniciativa de retirada, y así lo hizo tan abruptamente que dejo a la gente con frases a medio terminar.
-Amy, tenemos que irnos... ¡Adiós, querida!, no deje de venir a vernos, nos morimos por las visitas. No me animo a pedírselo a usted, señor Lamb, pero si viniera, no creo que tuviese alma de despedirlo...
Jo dijo todo aquello con una imitación tan fiel y cómica del modo demasiado efusivo de May Chester, que Amy abandonó la habitación tan pronto como pudo, sintiendo terribles ganas de llorar y reír al mismo tiempo.
-¿Verdad que lo hice muy bien? -preguntó Jo con aire satisfecho cuando se alejaban.