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cabeza y se rió con tantas ganas él también que se le saltaron las lágrimas.
-¡Ah!, vea pues ahora... es esa pícara de Tina que me convierte en mamarracho con sombrero...
Pero la lección no continuó durante los minutos siguientes, porque el señor Bhaer pispeó una figura en el sombrero, y al desplegarlo dijo con aire muy disgustado:
-Ojalá estos diarios no entraran en la casa; no son propios para que los vean los chicos, ni para que los lean los jóvenes. No está bien y me da impaciencia con gente que hace este daño.
Jo miró aquella ilustración y vio una "agradable" composición de un loco, un cadáver, un villano y una serpiente. Le pareció horrible, pero el impulso que la hizo darlo vuelta no fue el desagrado sino el temor, pues, por un minuto, se imaginó que el diario era "El Volcán". No fue así, pero ella se había traicionado a sí misma con una mirada y un sonrojo, pues, aunque distraído, el profesor veía mucho más de lo que la gente imaginaba. Sabía que Jo escribía y la había encontrado por las oficinas de los diarios más de una vez, pero como ella nunca le hablaba de eso él no le hizo preguntas a pesar de que deseaba vivamente ver su trabajo. Ahora se le ocurrió que la muchacha estaba haciendo algo que tenía vergüenza de confesar, y eso le afligía. No dijo para sí: "Esto no me incumbe; no tengo derecho a decir nada", como hubiesen hecho muchos otros; sólo se acordó de que la chica era joven y pobre, que estaba lejos del cariño y cuidado de sus padres, y tuvo el impulso de ayudarla tan naturalmente como hubiese extendido la mano para salvar a un bebé de caer en un charco. Todo esto acudió a su mente en un minuto, como un relámpago, sin que apareciesen ni rastros de ello en su rostro, y cuando el diario estaba dado vuelta y enhebrada la aguja de Jo, Bhaer dijo con toda naturalidad pero muy gravemente:
-Hace bien de rechazarlo. No me gusta pensar que chicas jóvenes y buenas puedan ver esas cosas. A mis hijos, yo dar pólvora para jugar, más que esa mala basura.
-Puede que toda no sea mala, sólo tonta, ¿sabe? Y si hay demanda de esas cosas no veo ningún mal en ofrecerlas. Hay mucha gente muy respetable que se gana la vida honradamente con lo que se llaman "cuentos sensacionalistas" -dijo Jo, muy nerviosa.