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-Sí, una fiesta de Navidad en nuestro hotel. Hay muchos americanos y ellos lo ofrecen en celebración de la Navidad. ¿Vendrás con nosotros, verdad? Tía va a estar encantada.
-Gracias. ¿Adónde vamos ahora? -preguntó Laurie.
-Primero tengo que ir al banco a buscar las cartas y luego iremos a la Colina del Castillo. La vista es magnífica y me gusta dar de comer a los pavos reales. ¿Has estado ahí alguna vez?
-A menudo, hace años, pero no tengo inconveniente en ver todo eso de nuevo.
-Ahora dame tus noticias. Las últimas fueron que tu abuelo te esperaba de vuelta de Berlín.
-Sí, pasé un mes en Berlín y luego me le reuní en París, en donde él se ha quedado a pasar el invierno. Tiene amigos ahí y muchas cosas con qué divertirse; de modo que yo voy y vuelvo y lo pasamos magníficamente.
-Me parece un arreglo muy bueno y bien pensado -opinó Amy, echando algo de menos en el modo de Laurie, sin saber exactamente qué.
-¡Qué agujero más sucio!, ¿no es cierto? -dijo él con una mirada de disgusto cuando pasaron junto a la Plaza Napoleón, en la ciudad vieja.
-Yo encuentro pintoresca toda esa suciedad y no me incomoda. El río y las coimas son deliciosos. Ahora tenemos que esperar que pase esa procesión, que va a la iglesia de San Juan.
Mientras Laurie miraba lánguido la procesión, Amy lo observaba, y a medida que lo hacía se fue sintiendo invadida por una especie de timidez, porque había cambiado y Amy no encontraba más a aquel muchacho de cara alegre que dejara en este otro joven caviloso que ahora tenía a su lado. Estaba más buen mozo que nunca, eso sí, y había mejorado mucho, le pareció, en su indumentaria. Pero pasada la euforia del primer encuentro, Amy le notó un aspecto cansado y desanimado, no enfermo ni triste exactamente, ni que parecía de más edad sino más serio de lo que hubiese podido estar después de un año de vida próspera. Amy no comprendía el porqué de ese cambio y no se animaba a hacer preguntas.
-Que pensez vouz? -dijo por fin ventilando su francés, que había mejorado mucho en cantidad, si no tal vez en calidad.
-Que "mademoiselle" ha aprovechado muy bien el tiempo y que el resultado es encantador -replicó Laurie, saludando con la mano en el corazón y una mirada de admiración.