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9 Cita del famoso discurso de Porcia en el cuarto acto de "El mercader de Venecia", de Shakespeare.
aparecería pronto. Así, pues, con la más amable disposición de ánimo se puso a leerle un largo debate explicándoselo luego mientras Meg trataba de parecer profundamente interesada y de hacer preguntas inteligentes pero en realidad evitando que el pensamiento se le escapara del estado de la nación al de su sombrero. En fuero interno, sin embargo, decidió que la política era una calamidad igual que las matemáticas y que la misión de los políticos parecía no ser otra que la de insultarse unos a otros, aunque se guardó muy bien de comunicar a nadie esas ideas tan ultrafemeninas, y cuan do Juan se detuvo por fin ella sacudió la cabeza y dijo con lo que creyó era una gran ambigüedad diplomática:
-Bueno. No sé de veras adónde vamos a parar. .
Juan se rió y la observó un minuto mientras ella contemplaba una preparación de flores y encaje con un interés tan auténtico como había podido despertar su prolongada arenga.
"Está tratando de que le guste la política para complacerme a mí... ¡Bien puedo yo tratar de interesarme por los sombreros para complacerla a ella! Eso es lo equitativo", dijo para sí Juan el Justo, agregando en voz alta:
-¡Qué bonito, querida! ... ¿qué es?; ¿acaso una cofia para la mañana?
-Querido mío, esto es un sombrero. ¡Mi mejor gorrito para ir a teatros y conciertos!...
-¡Perdón! ... como lo vi tan chiquito creí que era una de esas cositas vaporosas que te pones a veces. ¿Cómo te lo sujetas?
-Estos encajes se atan bajo el mentón con una rosa, así, ¿ves? -dijo Meg poniéndose el sombrero a guisa de ilustración y mirándolo con un aire de tranquila satisfacción que fue para él irresistible.
-Es un amor de sombrero, pero prefiero la carita que va adentro, porque está otra vez joven y alegre -y Juan besó aquella carita con gran detrimento de la rosa bajo la barbilla.
-Me alegro que te guste, porque quiero pedirte que una de estas noches me lleves a uno de los nuevos conciertos que dan. Realmente estoy necesitando música para entonarme. Me vas a llevar, ¿verdad?
-Ya lo creo, querida, con todo gusto... y a cualquier otra parte que quieras ir. ¡Has estado encerrada tanto tiempo! .