Página 9 de 316
Conozco su celo y ardiente fervor y, si aquel Dios nos juzgare por las obras, sería usted un día la patrona de alguna ciudad grande, en tanto que su amigo sería, cuando más, el santo de un lugarejo. Este lenguaje la admira, ¿no es verdad? Pues de ocho días a esta parte ni hablo ni oigo hablar otro; y para perfeccionarme en él, me veo precisado a desobedecer a usted.
No se enfade y escuche, que como depositaria de todos mis secretos voy a confiarle el mayor proyecto de cuantos he formado en mi vida... ¿Qué me propone, seducir a una jovencita que no ha visto ni conoce nada; que, por decirlo así, me sería entregada sin defensa; a quien la rendición del primer obsequio no dejaría de cautivar, y a quien tal vez precipitará más pronto la curiosidad que el amor? Mil otros pueden lograrlo como yo. No así con empresa que medito; su logro me asegura tanta gloria como place El Amor, que prepara mi corona, duda él mismo entre el mirto y el laurel, o más bien los reunirá para honrar mi triunfo. Usted misma, mi bella amiga, usted misma, sentirá un santo respeto y dirá con entusiasmo: "He aquí el hombre que yo he soñado.»
Ya conoce usted a la presidenta de Tourvel, su devoción, su amor conyugal y sus principios austeros.
Todo eso es lo que me propongo atacar, ése el fin que pretendo conseguir.
Y si el premio no logro obtenerlo
Siempre el honor me cabe de emprenderlo5.
Se pueden citar malos versos cuando son de un gran poeta.
Sepa, pues, que el presidente está en Borgoña siguiendo un gran pleito (espero hacerle perder otro un poco más importante); su mitad inconsolable debe pasar aquí todo el tiempo de su desagradable viudez. Una misa cada día, algunas visitas a los pobres del distrito, el rezo de mañana y tarde, algunos paseos a solas, conversaciones piadosas con mi vieja tía y alguna vez un triste whist debían ser sus únicas distracciones. Yo le preparo otras más eficaces Mi ángel bueno me ha traído aquí por su dicha y por la mía. ¡Loco! ¡Estaba yo lamentando las veinticuatro horas que sacrificaba a los miramientos del uso! ¡Buen castigo hubiera llevado si me hubiese forzado a volverme a París! Felizmente son necesarias cuatro personas para jugar al whist, y como aquí no hay más que el cura del lugar, mi tía me ha instado mucho para que le sacrifique algunos días.