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noche..., al menos, no cuando brillan en el cielo las siniestras estrellas.
Todo empezó, dijo el viejo Ammi, con el meteorito. Antes no se hablan oído
leyendas de ninguna clase, e incluso en la remota época de las brujas aquellos
bosques occidentales no fueron ni la mitad de temidos que la pequeña isla del
Miskatonic, donde el diablo concedía audiencias al lado de un extraño altar de
piedra, más antiguo que los indios. Aquéllos no eran bosques hechizados, y su
fantástica oscuridad no fue nunca terrible hasta los extraños días. Luego había
llegado aquella blanca nube meridional, se había producido aquella cadena de
explosiones en el aire, y aquella columna de humo en el valle. Y, por la noche,
todo Arkham se habla enterado de que una gran piedra había caído del cielo y se
había incrustado en la tierra, junto al pozo de la casa de Nahum Gardner. La
casa que se había alzado en el lugar que ahora ocupaba el marchito erial.
Nahum había ido al pueblo para contar lo de la piedra, y al pasar ante la casa
de Ammi Pierce se lo había contado también. En aquella época. Ammi tenía
cuarenta años, y todos los extraños acontecimientos estaban profundamente
grabados en su cerebro. Ammi y su esposa habían acompañado a los tres profesores
de la Universidad de Miskatonic que se presentaron a la mañana siguiente para
ver al fantástico visitante que procedía del desconocido espacio estelar, y
hablan preguntado cómo era que Nahum había dicho, el día antes, que era muy
grande. Nahum, señalando la pardusca mole que estaba junto a su pozo, dijo que
se había encogido. Pero los sabios replicaron que las piedras no encogen. Su
calor irradiaba persistentemente, y Nahum declaró que había brillado débilmente
toda la noche. Los profesores golpearon la piedra con un martillo de geólogo y
descubrieron que era sorprendentemente blanda. En realidad, era tan blanda como
si fuera artificial, y arrancaron, más bien que escoplearon, una muestra para