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Se trataba de la luz maléfica. joe había participado en los festejos de la noche anterior -era el Día del Patriota en Massachussetts-, regresando a casa después de medianoche. Al mirar hacia arriba desde afuera, le pareció al principio que la ventana de Gilman estaba a oscuras, pero luego vio en el interior el tenue resplandor de color violeta. Quería advertirle sobre ese resplandor, ya que en Arkham todos sabían que era la luz embrujada que rodeaba a Brown Jenkin y al fantasma de la propia bruja. No lo había mencionado antes, pero ahora tenía que decirlo, porque significaba que Keziah y su familiar de largos colmillos andaban detrás del joven. Algunas veces, Paul Chovnski, Dombrowski, el casero, y él habían creído ver el resplandorfiltrándose por entre las rendijas del clausurado desván, encima de la habitación que ocupaba el señor, pero los tres habían acordado no hablar del asunto. Sin embargo, más le valdría al señor buscar habitación en algún otro lugar y pedir un crucifijo a algún buen sacerdote como el padre lwanicki.
Mientras charlaba el buen hombre, Gilman sintió que un pánico desconocido le aferraba la garganta. Sabía que Joe debía estar medio borracho al regresar a casa la noche antes, pero la mención de una luz violácea en la ventana de la buhardilla tenía una espantosa importancia. Aquella era la clase de luz que envolvía siempre a la vieja y al pequeño ser peludo en los sueños más ligeros y claros que precedían a su hundimiento en abismos desconocidos, y la idea de que una persona despierta pudiera ver la soñada luminosidad resultaba inconcebible. Sin embargo, ¿de dónde había sacado aquel hombre tan extraña idea? ¿Acaso no se había limitado él a vagar dormido por la casa, sino que también había hablado? No, joe dijo que no. Pero tendría que averiguarlo. Tal vez Frank Elwood pudiera decirle algo, aunque le molestaba mucho preguntarle.
Fiebre.... sueños insensatos..., sonambulismo..., ilusión de ruidos.... atracción hacia un punto del cielo.... y ahora la sospecha de decir dormido cosas de loco... Tenía que dejar de estudiar, ver a un psiquiatra y procurar dominarse. Cuando subió al segundo piso se detuvo ante la puerta de Elwood, pero vio que el otro estudiante había salido. Siguió subiendo a disgusto hasta su habitación, y en ella se sentó a oscuras. Su mirada continuaba sintiéndose atraída hacia el sur, pero también se encontró aguzando el oído para captar algún ruido en el clausurado desván de arriba, y medio imaginando que una maléfica luminosidad violácea se filtraba a través de una rendija muy pequeña del techo inclinado y bajo.