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conquista eran tan fructíferos y poblados, hoy se hallan casi desiertos y
cubiertos de monte. La gran acequia de los Incas, que derramaba sus aguas
por todo ese territorio, se halla destruida en algunas partes, derrumbada
en otras, abandonada en todas; y las grandes riquezas que esos campos
pueden producir en café, en cacao, etc., se hallan sepultadas y
despreciadas. Un tiempo fue en que pretendieron unos amigos formar
compañía para refaccionar esa acequia, para cubrir de verdes vergeles esos
hoy desiertos campos, para establecer familias y colonias, en esos hoy
abandonados territorios; los hombres que sólo querían vivir de la
explotación pública, pusieron [215] tal cúmulo de dificultades, se
suscitaron tantas pretensiones y exigencias, que tuvieron esos amigos que
abandonar esos proyectos y planes, que destruir bellas concepciones, que
sepultar esperanzas y olvidar no pequeños desembolsos. La gran acequia
sigue destruida y abandonada; los campos permanecen yermos y estériles,
¿qué les importa a los especuladores del Palacio?
En lejana tierra, pasan gozosos y llenos de prosperidad, los días y
los meses en que la Patria gime aherrojada al carro de sus infortunios; no
han visto ni ven la muerte de tantos seres queridos; ellos no han visto,
no ven la degradación, el exterminio, la ruina de la madre patria; ellos
no han visto, no ven, sino su propia riqueza, su propio bienestar. El
bofetón que el francés Pradier Foderé, que el inglés Markham, que el
italiano Caivano, les han dado en la cara, ¡¡no los ha hecho ruborizarse
siquiera!!
En casi línea recta al Norte de la embocadura del Tumbes, se