La lucha por la vida I (Pío Baroja) Libros Clásicos

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frente a su antigua función, propia de la narrativa decimonónica, de
elementos decorativos y estáticos.

La complejidad de personajes y escenarios de las tres novelas no es
gratuita ni se halla dispuesta mediante la simple acumulación de
episodios. Todo lo que Baroja introduce en la historia tiene una
repercusión directa o indirecta en la formación de Manuel, en su difícil
adolescencia, en la resolución de sus dudas y en el rumbo de sus
acciones. Manuel se debate desde el principio entre influencias contrarias,
entre personajes que lo incitan a construirse una vida honrada, laboriosa
y digna, como Roberto y la Salvadora -cuyo nombre no es una casualidad-,
y otros que, por el contrario, constituyen una fuerza negativa y procuran
su hundimiento moral, como Vidal y el Bizco. El influjo bienhechor acaba
por triunfar, pero Manuel conoce otros casos de personajes que finalmente
escogen la senda equivocada, como la Justa, que pasa de ser una
muchachita atractiva a convertirse en «una mujerona de burdel». Existen
otros fracasos, como el de Leandro, que se deja arrastrar por la pasión de
unos celos enfermizos, o el de Vida¡, víctima de su ambición desmedida.
De otro signo es el ejemplo de Juan, espíritu puro y generoso, defensor de
unos ideales de imposible realización en una sociedad mediocre,
insolidaria y egoísta. Juan es, en este sentido, el personaje quijotesco por
antonomasia de la literatura barojiana. En el polo opuesto se sitúa don
Alonso, representación del español que vive en el pasado, absorto en las
grandezas pretéritas, como la caricatura degradada de un viejo hidalgo

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