La lucha por la vida II (Pío Baroja) Libros Clásicos

Página 32 de 247

Era una idea de don Pelayo. En ella, la agencia se ofrecía para servicios y averiguaciones íntimas. Esta nota, discretamente redactada, se dirigía a los que deseaban conocer una mujer agradable para completar su educación; a los que querían realizar un buen matrimonio; a los que dudaban de su cónyuge, y a otros, a los cuales la agencia ofrecía investigaciones confidenciales y profundas por poco precio, y vigilancia de día y de noche, realizando todos estos servicios con una delicadeza delirante.
A Mingote no le gustaba confesar que esta idea se le había escapado a él.
-¿Ves? No se puede vivir -terminó diciendo-. Todos los hombres son unos canallas. Tú veo que distingues, y yo te protegeré.
Efectivamente, por la protección de Mingote, Manuel pudo comer aquella noche.
-Mañana, cuando vengas aquí -advirtió don Bonifacio-, coges un paquete de circulares y las vas repartiendo casa por casa, sin dejar una.
No quiero que las eches por debajo de la puerta. En cada piso llamas y
preguntas. ¿Entiendes?
-Sí, señor.
-Yo mientras tanto, prepararé tu asunto.
Al día siguiente, Manuel repartió una porción de circulares y volvió a la hora de comer con el recado hecho.
Se encontraba aburrido de esperar, cuando apareció Mingote en el cuarto; se plantó delante de Manuel, agitó su junquillo en un rápido molinete, dio un golpe en el brazo al muchacho, se paró, se tiró a fondo, y gritó:
-¡Ah, pillo, bandido, infame!
-¿Qué pasa? -dijo, asustado, Manuel.
-¿Qué pasa? ¡Tunante! ¿Qué pasa? ¡Miserable! Que eres el hombre de la suerte lisa; que ya tienes un porvenir, que ya tienes un empleo.

Página 32 de 247
 

Paginas:
Grupo de Paginas:             

Compartir:




Diccionario: