El Caballero de la Maison Rouge (Alejandro Dumas) Libros Clásicos

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-Venga, señora Tison -dijo-; tengo que hablarle.
Agrícola quiso oponerse, pero Maurice le dijo que las dejara hacer.
-Vamos al otro lado de la vidriera y pongámonos de espaldas. Estoy seguro de que la persona con la que tengamos esta condescendencia, no nos hará arrepentirnos de ello.
La reina oyó estas palabras dichas para que las escuchara y miró al joven con agradecimiento.
Maurice volvió la cabeza con indiferencia y pasó al otro lado de la vidriera seguido por Agrícola.
Mientras Maurice hablaba con Agrícola, al otro lado de la vidriera se desarrollaba la escena que había previsto el joven. La mujer de Tison se había aproximado a la reina.
-Señora -le dijo ésta-, su desesperación me rompe el corazón; yo no quiero privarla de su hija; pero piense que, haciendo lo que exigen estos hombres, su hija estará perdida igualmente.
-¡Haz lo que dicen! -exclamó la señora Tison.
-Sepa primero de qué se trata; su hija ha traído a una amiga.
-Sí, una obrera como ella; no ha querido venir sola a causa de los soldados.
-Esta amiga ha entregado a su hija una nota; su hija la ha dejado caer. Marie, que pasaba, la ha recogido. Es un papel insignificante; sin embargo, le podrían encontrar sentido gentes malintencionadas. ¿Quiere que sacrifique a un amigo sin que esto le devuelva a su hija?
-¡Haz lo que te han dicho! -gritó la mujer.
-Pero, si este papel compromete a su hija, ¡comprende!
-Mi hija es una buena patriota, como yo. Gracias a Dios, los Tison son conocidos. Haz lo que te han dicho.
-¡Dios mío! ¡Cómo podría convencerla!
-¡Mi hija! ¡Quiero que se me devuelva a mi hija! Entrega el papel, Antonieta, entrégalo.
-Aquí está, señora.
Y la reina tendió a la desgraciada criatura un papel que ella elevó alegremente por encima de su cabeza, gritando:
-Venid, venid, ciudadanos municipales. Tengo el papel; tomadlo y devolvedme a mi hija.
-Sacrificáis a nuestros amigos -dijo a la reina su hermana.
-No, sólo sacrifico a nosotras mismas. El papel no compromete a nadie.
Maurice y su colega acudieron a los gritos de la señora Tison; ésta les entregó el papel; lo abrieron y leyeron:
A oriente vela un amigo aún.
Maurice se estremeció en cuanto posó los ojos en el papel.

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