Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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-Oh, maldición-dijo Tabitha.
Marco Metz se echó a reír. Se liberó de la red y empezó a recoger los papelitos que flotaban por el aire.
Estaban a cien mil kilómetros de Schiaparelli. Cien mil estrellas brillaban con un resplandor gélido e inmutable en una eternidad de espacio. Había muy poco tráfico. El parpadeo azul de un tren magnético Mitchum que hacía el trayecto Fobos-Bizancio; una vieja Fargo procedente de Longevidad o Cuesta de Plata que se deslizaba por la pendiente del pozo gravitatorio trayendo hortalizas frescas para los marcianos y muy poca cosa mas.
Los sistemas de la Alice funcionaban con normalidad. Tabitha realizó una comprobación de los circuitos del eje y escuchó el sonido de los motores. Todo iba bien. PROBABILIDAD DE FALLO 44,49 %, dijo la pantalla. RECIBIDO, replicó Tabitha.
Marco parecía incapaz de estarse quieto. Volvió a abrir su red y empezó a nadar por la cabina recogiendo cosas que flotaban a la deriva. Se inclinó sobre la caja de Tal y comprobó que seguía profundamente dormido. Investigó la confusión de objetos que había debajo de las redes. Encontró un paño antiestático bastante arrugado y empezó a quitar el polvo con él.
-Marco, deja eso -dijo Tabitha.
-No te preocupes, no te preocupes -replicó Marco-. Tú sigue con lo tuyo, ¿de acuerdo?
Limpió las pantallas de todos los sensores, y en cuanto hubo terminado Tabitha no pudo por menos que notar la diferencia. La claridad emitida por el arco de la galaxia se había hecho diez veces más intensa e iluminaba todo el
interior de la cabina. Un velo de plata parecía ondular en el vacío.
-Fíjate en eso -dijo Marco-. Es el Manzano.
-¿El qué?
-El Manzano -repitió él-. ¿Con qué nombre lo conoces tú? Creía que
todos los que viajan por el espacio lo llamaban el Manzano.
-Yo no -dijo Tabitha-. Nunca lo había oído llamar así.
-Pues así es como lo llaman-replicó él.
-El Manzano... ¿Por qué?
-No lo sé. Supongo que porque no podemos acercarnos a él y pegarle un
buen mordisco a alguno de sus frutos.
Tabitha pensó en lo que acababa de decir.
-Eso es mitología cristiana, ¿verdad? No serás cristiano, ¿eh?
-No -dijo Marco . Soy un fornicador.
-Bueno dijo Tabitha-, supongo que te he servido la réplica en bandeja.

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