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ELVIRA: Pierde, señora, el recelo.
VIOLANTE: Es contra el cielo.
Y así para nada apelo,
dejándome padecer;
que no se pueden vencer
la muerte, el hado y el cielo.
Y no me preguntes más;
pues habiendo, Elvira, visto
(¡qué mal el llanto resisto!) Aparte
preso a don Lope, me estás
matando tú en preguntarme
de qué nace mi pasión,
sabiendo que en su prisión
están, si vuelvo a acordarme,
temor, disgusto y recelo,
desdicha, amor y fortuna,
la estrella, el sol y la luna,
la muerte, el hado y el cielo.
ELVIRA: El cuarto de mi señor,
que por otra puerta abrieron,
es adonde le trajeron.
VIOLANTE: ¡Oh si pudiera mi amor
hacer, Elvira, por él
alguna grande fineza!
ELVIRA: ¿Qué mayor que tu belleza
sentir su pena crüel?
VIOLANTE: Mayor; pues viéndole estar
en suerte tan oprimida,
o me ha de costar la vida
o la vida le he de dar.
Esto a mi pasión conviene.
La llave del cuarto muestra
de mi padre.
ELVIRA: La maestra
mi señor es quien la tiene;
estotra ahí está.
VIOLANTE: Veré
si darle un aviso puedo,
ya que a mí me perdí el miedo
que a sus desdichas cobré.
Quédate tú, Elvira, allí,
porque puedas avisar
si alguno vieres entrar.
Vanse. Sale don LOPE HIJO
LOPE HIJO: ¡Ay infelice de mí!
¿Qué prisión, cielos, es ésta
donde ciego me han traído?
¡Ay, Violante, cuánto ha sido
lo que tu beldad me cuesta!
Y aun lo poco que me resta
del vivir, viéndome así,
por ti lo siento; que aquí
perder no me da pesar
la vida, sino el pensar
que te he de perder a ti.
Abre una puerta doña VIOLANTE, y sale
VIOLANTE: (El rostro en sangre bañado Aparte
está, al parecer herido.)
¡Ah, don Lope!