Luis Pérez el gallego (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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LUIS: Señor
corregidor, ya habéis hecho
la diligencia que os toca.
No sigáis a un caballero
tanto; porque la justicia
no ha de extender el derecho
que tiene todas las veces.
CORREGIDOR: Quedárame a responderos,
si no pensara alcanzarle.
LUIS: Escuchad, señor.
CORREGIDOR: Sospecho
que pretendéis detenerme.
LUIS: Si conveniencias y ruegos
no bastan a hacer con vos
que no sigáis este intento,
cuando por fuerza lo hagáis,
no tendré que agradeceros.
CORREGIDOR: ¿De qué suerte?
LUIS: A cuchilladas.
Porque ya una vez dispuesto
a defender este paso,
he de cumplirlo resuelto.
¡Vive Dios, que ningún hombre
de cuantos presentes veo
ha de pasar de esta raya!

Hace una raya


CORREGIDOR: ¡Matadle!
LUIS: ¡Quedo, teneos!
CORREGIDOR: ¡Matadle!
ALGUACIL 1: ¡Muera Luis Pérez!
LUIS: ¡Gallinas, villanos, perros,
canalla, así muero yo!

Mételos a cuchilladas


ALGUACIL 1: ¡Herido estoy!
ALGUACIL 2: ¡Yo estoy muerto!

Vanse. Salen doña JUANA y MANUEL


JUANA: Nunca me ha parecido,
Manuel, que a tus finezas he debido
otra mayor que ahora,
en venir tan apriesa.
MANUEL: Mi señora,
Amor, que solicita
mis glorias, imposibles facilita.
No llegué a Salvatierra,
que en las entrañas de esta oculta sierra
hallé lo que buscaba.
En una casa de placer estaba
Luis Pérez, un amigo,
cuyo valor ofendo si le digo.
Aquí vive contento
y parece que a nuestro pensamiento
el consejo ha pedido,
pues aquí nuestro amor más escondido,
no entrando en Salvatierra,
vivirá más seguro en esta tierra.
JUANA: Manuel, quien ha dejado
patria, padre y honor, y en este estado
aun vive agradecida
de que le queda que perder la vida
por ti, nada desea
sino que sola esta montaña sea
templo de la fineza,
venciendo a su firmeza mi firmeza.

Sale don ALONSO


ALONSO: ¿Adónde mi destino

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