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Era natural que jóvenes de tal cuna, que vivían en una tranquila casa de campo y asistían a una iglesia vecinal apenas mayor que una sala de estar, consideraran el perifollo como la aspiración de la hija de un buhonero. Además, existía el punto de la economía señorial, la cual, en aquellos tiempos, señalaba el vestir como el primer artículo a recortar cuando se precisaba de una reserva para destinar a gastos más indicativos del rango social. Tales razones, bien al margen de los sentimientos religiosos, hubieran bastado para justificar una modestia en el vestir, pero en el caso de la señorita Brooke la religión en sí misma habría sido un determinante y Celia se plegaba apaciblemente a todos los sentimientos de su hermana, infundiéndoles tan sólo ese sentido común que es capaz de aceptar doctrinas trascendentales sin agitación excéntrica alguna. Dorothea conocía de memoria numerosos pasajes de los Pensées de Pascal, así como de Jeremy Taylor(2); y a su juicio, los destinos de la humanidad, a la luz del Cristianismo, convertían la preocupación sobre la moda femenina en entretenimiento para un manicomio. No podía reconciliar las inquietudes de una vida espiritual, que involucraba consecuencias eternas, con un intenso interés por el galón y las colgaduras artificiales del ropaje. Tenía una mente teórica que por naturaleza tendía a una elevada concepción del universo que incluyera abiertamente la parroquia de Tipton y su propia norma de conducta allí.
Estaba enamorada de la intensidad y de la grandeza y era imprudente a la hora de abrazar aquello que se le antojaba poseía dichos aspectos; igualmente, era capaz de buscar él martirio, de retractarse y de finalmente incurrir en él justamente allí donde no lo había buscado.
(1) Oliver Cromwell (1599-1658), Lord Protector de Inglaterra tras la victoria de los parlamentarios en la guerra civil contra Carlos 1 Estuardo. La «claudicación» del antepasado puritano de Dorothea Brooke se refiere a la aceptación de la Iglesia Establecida (anglicana) tras la restauración monárquica en 1660.
(2) Jeremy Taylor (1613-67), capellán de Carlos I Estuardo y obispo anglicano tras la Restauración, famoso por sus sermones y escritos religiosos.
Tales componentes en el carácter de una joven casadera no podían por menos que interferir en su destino y entorpecer el que éste viniera decidido, según la costumbre, por la hermosura, la vanidad y el mero afecto canino. Con todo esto, ella, la mayor de las hermanas, no contaba aún veinte años, y ambas, desde que perdieran a sus padres cuando tenían alrededor de los doce, habían sido educadas conforme a planes a un tiempo angostos y promiscuos, primero con una familia inglesa y posteriormente con otra Suiza en Lausana, tratando de este modo su tutor, un tío soltero, de remedar las desventajas de su condición de huérfanas.