En la noche de los tiempos (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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Así fue cómo se apoderaron de los seres cónicos que habían poblado nuestra tierra hace un billón de años.
De este modo surgió la Gran Raza en la Tierra, en tanto que los espíritus desposeídos fueron proyectados por millares hacia el pasado, y se vieron condenados a morir en el horror de unos organismos extraños que pertenecían a un mundo extinguido. Más tarde, la Gran Raza tendría que enfrentarse nuevamente con la muerte, si bien lograría sobrevivir, una vez más, lanzando al futuro a sus espíritus más selectos, que ocuparían los cuerpos de otra especie biológica de mayor longevidad.
Tal era la epopeya que parecía desprenderse del conjunto de mitos y alucinaciones estudiados por mí. Cuando, en 1920, terminé de poner en orden los resultados de mi investigación, sentí un alivio en la ansiedad que me había dominado al principio. Después de todo, y a pesar de los desvaríos suscitados por oscuras emociones, ¿no era explicable todo lo que me pasaba?
Una eventualidad cualquiera pudo haberme inclinado a estudiar las ciencias esotéricas durante mi estado de amnesia, y de ahí que leyese todas esas horrendas historias y me relacionara con los miembros de cultos antiguos y maléficos, lo cual me había proporcionado material suficiente para los sueños y los trastornos emocionales que llevaba padeciendo desde que recobré la memoria.
Por lo que se refiere a esas notas marginales, escritas en fantásticos jeroglíficos y lenguas desconocidas para mí, que los bibliotecarios me atribuían, tampoco eran decisivas. Podía haber aprendido someramente esas lenguas durante mi amnesia. En cuanto a los jeroglíficos, sin duda los había forjado mi fantasía a partir de las descripciones leídas en las viejas leyendas, introduciéndolos después en mis sueños. Traté de comprobar algunos pormenores dirigiéndome a ciertos dirigentes de cultos secretos, pero nunca conseguí establecer relaciones satisfactorias con ellos.
A veces, el paralelismo existente entre tantos casos de épocas tan distintas me preocupaba como al principio; pero me tranquilicé, diciéndome que las leyendas terroríficas estaban indudablemente más extendidas en el pasado que en el presente.
Era probable que todas las demás víctimas de crisis análogas a la mía hubiesen sabido a fondo, y desde mucho tiempo atrás, los relatos que llegaron a mi conocimiento durante mi amnesia. Al perder la memoria se habían tomado a sí mismos por los personajes de tales fantasías, por los fabulosos invasores que suplantaban el espíritu de los hombres, y emprendían la búsqueda de un saber que creían poder conseguir en un imaginario pasado prehumano.

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