Misas herejes (Evaristo Carriego) Libros Clásicos

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que te nombren compasivas las Mimis y las
Musetas,

y relaten conmovidos sus pintores y poetas
cuando entrabas predicando por tu azul
Jerusalén...

Que tus pálidas princesas de inefables
corazones,
lleven lirios de tus rimas a un olímpico
Paris...

con las hostias fraternales de tus suaves

comuniones,
que el orfebre de los triunfos en tus líricos,
blasones,

grabe todos tus laureles con olivo y flor de
lis.

Ya serás en el recuerdo, cuando seas un
pasado,
como aquel de la leyenda que tus éxtasis
meció,

ya serás, para in eternum, de algún bronce

perpetuado,
como guardan tus memorias infantiles, por
sagrado,

¡aquel beso con que Hugo tu niñez acarició!

A Juan Más y Pí
En la gran copa negra de la sombra que avanza quiero probar del vino propicio a la añoranza.
Quiero beber del vino que bebiéramos
juntos,
y estos ratos, de aquellos, serán nobles
trasuntos.

(No sé porque esta hora, sombría y
silenciaria,
me ha invadido el cerebro de fiebre
visionaria.)

En la acera de enfrente, su clara risa suena una muchacha alegre como una Noche Buena.
El arrabal, desierto, conmueve un organillo, y bailan las marquesas del sucio conventillo;
Y vienen las memorias, conturbadas e inciertas como un vago regreso de ensoñaciones muertas...
...He leído tu libro. Un saludo levanta la voz del entusiasmo, que perdura y que canta;
la voz alentadora de buenas expansiones en las largas teorías de nuestras comuniones.

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