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Lo que entiendo sólo, Peransúrez, es que ese es el oso que hemos de montear. ¿ Insistís en vuestro ofrecimiento, ahora que sabéis cuánto motivo puedo tener de guardar silencio y sigilo, y cuán peligrosa sea la empresa? ¿Cómo si insisto? Hernando -dijo Peransúrez levantándose del suelo en que estaban sentados-, no es esta la primera montería en que hemos andado juntos. Amo el peligro como buen montero, y osos mayores que ése, amigo mío, me han prestado amistosamente piel para más de una zamarra. Examinemos, si os parece, la posición del castillo, discurramos el medio más prudente...
-El medio, Peransúrez, ¡voto va!, es esperar aquí a ese perro de juglar, a esa raposa cobarde y rapaz, y clavarle en tierra con un venablo, como quien bohorda, más bien que como quien caza. ¿Merece siquiera los honores de ser comparado con una fiera noble y denodada?
-Guardaos, amigo Hernando, de ejecutar tan descabellado propósito. Bien veo que seguís necesitando un consejero prudente que temple el ardor de vuestra imaginación. Mataréis a Ferrus; pero ¿y luego?
-Luego, voto va, luego... Dirigidme, pues, en hora buena. Brabonel y yo estaremos atentos al ruido de vuestra bocina. Soy yo mejor, en verdad, para obedecer que para mandar. Pero voto a Dios que os despachéis pronto, y nos digáis cuanto antes contra quién he de disparar el venablo, que se me escapa él solo de las manos, y están ya los dientes de Brabonel deseando hacer presa en el animal.
-Ea, pues, venid, demos disimuladamente la vuelta al castillo; en seguida volveremos a Arjonilla; vendréis a tomar un bocado conmigo; que el buen montero, riñón cubierto, y mañana amanecerá Dios, y con su dedo omnipotente nos señalará el rastro de los malvados.
-A la buena de Dios -replicó Hernando-. ¡Brabonel, Brabonel, vamos! Guiad vos, Peransúrez, que conocéis la tierra.
Dichas estas palabras comenzaron los dos amigos su exploración, hecha la cual se retiraron a concertar los medios de introducirse en el castillo por más guardado que estuviera, y de salvar al doncel, que presumían hallarse dentro, con no pocos visos y fundamentos de verdad