Página 40 de 80
de Lisarda al Po viniera
a embarazarme el decir
--¡ay infelice!--que es ella
la que, en César disfrazada,
celosa vengarse intenta
de mí? Porque, si la digo
quién es, Serafina es fuerza
que de parte de su agravio
se ponga, y vengarle quiera,
como a quien debe el estado,
que ha litigado en su ausencia
tan contra mí).
SERAFINA: En tanto, pues,
que Enrique a mis ojos llega,
proseguid vos. A una dama
servisteis. ¿Qué consecuencia
tiene eso con esta joya?
FEDERICO: Ninguna; que, aunque quisiera,
no puedo decir lo que iba
a decir. Mas considera
que quien adora no engaña,
que no ofende quien desea,
que no agravia quien estima,
y que no injuria quien precia.
En un instante me han puesto,
o mi fortuna o mi estrella,
un cordel a la garganta,
una mordaza en la lengua
para no poder hablar;
Y pues que callar es fuerza
y acudir volando a que
ella esta venida sepa,
te suplico me perdones
el no darte más respuesta
con decir que, aunque más pienses,
hay más que pensar, que piensas.
Vase FEDERICO. [SERAFINA habla] a PATACÓN
SERAFINA: Esperad vos y decidme:
¿qué confusiones son éstas?
PATACÓN: No puedo, no puedo hablar,
porque mi fortuna adversa
o mi hado o mi qué sé yo
me ha dado en esta hora mesma
un tapaboca en el alma,
en la boca un tente-lengua.
Sólo te puedo decir,
en metáfora de bestia,
que, aunque tú lo pienses más,
hay más que pensar, que piensas.
Vase PATACÓN
CÉSAR: ¿Qué será esta confusión?
SERAFINA: No sé, si ya no es que sea
ser Enrique su enemigo,
y por no verle se ausenta.
CÉSAR: No es, sino que la mentira
no le iba saliendo buena,
que iba a decir...
SERAFINA: No será