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vengo a hablaros; y así quiero
deciros como crïado
su recado. Estadme atento.
Dice el príncipe Alejandro
que si a vuestro sentimiento
de sus estados importa
el mando todo, que en ellos
como su señor mandéis,
que dispongáis como dueño,
pues en vuestras manos deja
su poder y su gobierno.
Hasta aquí dice Alejandro,
y yo de mi parte empiezo,
no a ofreceros sus grandezas
sino un ánimo dispuesto
a vuestro servicio siempre.
Merezcan, pues, mis deseos,
para sentirlos en todo,
parte en vuestro sentimiento.
Quejoso el príncipe vive
de vuestro descuido, y vemos
que servicios en señores
son máquinas en el viento;
cuanto aseguran mil años
borra un minuto de tiempo;
que es sola una culpa olvido
a muchos merecimientos.
Divertíos, alegraos,
ensanchad, César, el pecho,
y aunque el corazón se abrase,
finjan los ojos contento.
Como amigo os lo suplico,
como crïado os lo ruego,
como leal os persuado,
como noble os aconsejo.
CÉSAR: Beso a su Alteza los pies,
y a vos las manos os beso,
pues debo a vuestra amistad
lo que a sus grandezas debo.
Y, agradecido a los dos,
iré a los dos respondiendo.
Diréis, pues, al poderoso
Alejandro...
LÁZARO: (¿Qué es aquesto? Aparte
¿Por "poderoso Alejandro"
empieza? Ruego a los cielos
que alguna loa no eche,
con su historia y con su cuento.)
CÉSAR: ...que el cielo su vida aumente
por tantos siglos eternos
que al número de los años
pierda la memoria el tiempo;
que mi tristeza no es causa
para que en un pensamiento
falte a su gusto rendido,
a su obediencia sujeto.
Una gran melancolía
opone al alma estos miedos,
si oculta siempre en la causa,
manifiesta en los efectos.
Mis estudios lo habrán sido;
tanto en ellos me divierto
que, para darme a los libros,
a su presencia me niego.