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.. y borracho operé a una mujer. Tenía los nervios deshechos y mis manos temblaban. No hay duda... la maté. ¡Pobre mujer! La operación era de las más sencillas, y habría salido bien si yo no hubiese bebido. Afortunadamente para mi existe esto que se ha convenido en llamar el secreto profesional. La enfermera lo sabía, pero no dijo nada. ¡Dios mío! ¡Qué golpe para mí! Menos mal que corté a tiempo. Pero ¿quién diablos ha podido estar al corriente de este incidente después de tantos años?»
Un profundo silencio reinaba en el salón. Todo el mundo miraba a Emily Brent de una manera más o menos discreta. Al cabo de un momento se dio cuenta que esperaban que dijese algo. Enarcó las cejas sobre su frente estrecha y preguntó:
-¿Esperan que les diga algo? No tengo nada que decirles.
-¿Nada? -dijo el juez.
-No, nada -contestó miss Brent, apretando fuertemente los labios.
-¿Se reserva usted para la defensa? -preguntó Wargrave con dulzura.
-Es inútil que me defienda -respondió fríamente miss Brent-. He obrado siempre con arreglo a mi conciencia y no tengo nada que reprocharme.
Una amarga decepción se dibujó en todos los semblantes. Sin embargo, miss Brent no era mujer para desanimarse ante la opinión de los demás.
Se quedó impasible.
Una o dos veces el juez tosió.
Luego dijo:
-Nuestra pesquisa se suspende por el momento. Dígame, Rogers, aparte de nosotros, usted y su mujer, ¿hay alguien más en la isla?
-No, señor.
-¿Está seguro?
-Completamente seguro.
-No me explico qué intenciones tuvo nuestro desconocido anfitrión al reunimos en esta casa. A mi juicio esta persona, hombre o mujer, no tiene completas sus facultades mentales.
-Creo que obraríamos bien abandonando esta isla lo más pronto posible. ¿Y si nos fuésemos esta misma noche?
-Perdón, señor -dijo Rogers-, pero no hay barco en la isla.
-¿Ni una barca?
-No, señor.
-Entonces, ¿cómo se comunica usted con la costa?
-Fred Narracott viene todas las mañanas con su barco, trae el pan, la leche y el correo y toma los pedidos para los proveedores.
-En este caso todos debemos mañana tomar el barco de Narracott -declaró el juez.
Los reunidos fueron de su parecer salvo Anthony Marston que expuso esta opinión:
-Esta huida no tiene nada de elegante. Antes de irnos deberíamos aclarar este misterio. Parece una novela policíaca... de las más emocionantes.
-A mis años no se buscan las emociones -le replicó agriamente el magistrado.