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¿No crees que parece una tortuga gigante? Es el caparazón de tortuga más increíblemente colosal que he visto en toda mi vida.
Tabitha también se había dado cuenta de la semejanza, pero no dijo nada. No pensaba darle la satisfacción de admitir que tenía razón y, de hecho, no pensaba darle ninguna clase de satisfacción. Plenty quizá fuese una gigantesca tortuga espacial, pero tenía la impresión de que si lo era, esa tortuga podía sacar la cabeza del caparazón en cualquier momento y engullir a la Alice y a todo lo que iba dentro de ella. No quería estar aquí ni un momento más de lo necesario. Se libraría de Marco y de su pequeño compañero psitacósico lo más deprisa posible. Aunque... Una vocecita asustada no dejaba de hablar en lo más profundo de su mente. "Error, Tabitha, error, error, error", decía la vocecita. Tabitha estaba ignorando sus consejos porque no tardaría en cobrar. POSIBILIDAD DE FALLO 50 %, decía la vocecita. Tabitha tenía que hacer oídos sordos a ella porque debía dirigir la Alice hacia la negra boca del caparazón y meterse por su garganta. Antes había fingido estar ocupada, pero ahora tenía muchas cosas que hacer.
Los inmensos labios curvados de la estación se disponían a engullir la nave. El telón de fuerza onduló lentamente y se abrió delante de su morro.
La Alice Liddell emergió del vacío y entró en un mundo de sombras como si fuera una hoja arrastrada hacia las profundidades de un desagüe. El suelo de la caverna estaba provisto de gigantescas baterías de reflectores, pero sus haces luminosos apenas si conseguían hacer mella en la penumbra. Tabitha pisó el freno y la nave pasó sobre una escena de oscura actividad industrial tan lúgubre y estígica como cualquier imagen de un taller del Infierno. Vehículos de mantenimiento que parecían insectos iban y venían por entre correas sin fin que se deslizaban como serpientes mientras unidades mugrientas y mecanismos animados se arrastraban sobre los fuselajes de naves a medio desmantelar.
"Y éste es el sitio donde he de posar la Alice para que le pongan un cristal nuevo...", pensó Tabitha. Empujó el pensamiento al rincón de su mente en el que estaba intentando guardar todas las ideas desagradables, que no paraban de pasarle por la cabeza y se concentró en la tarea de pilotar la nave.
Estaban avanzando por entre la acumulación de muelles, dos inmensos acantilados ennegrecidos repletos de hangares abiertos donde se podían almacenar quinientas naves de alcance medio en hileras de cinco en fondo.